Se sabía que era un equipo livianito, al menos en cuanto a nombres y así lo reflejó en cancha. Porque la imagen de mayor solidez del segundo tiempo no opacó todo lo malo que se hizo en los primeros 45 minutos, que fue donde Central perdió el partido contra Lanús (el 2-0 nunca se movió), producto de ataduras propias de un equipo con poca experiencia, aunque también sin la lucidez necesaria para sobrellevar el trámite.
Si a Central siempre le costó, al menos en este proceso, manejar la pelota y defenderse a partir de ella, en esta ocasión más todavía. Cuando la tenía le perdía rápido. A Ojeda y a Lo Celso les fue imposible interrumpir el dominio granate. Vera y Belluschi hacían y deshacían a su antojo. Y sin la pelota, Central nunca fue alternativa para romper por afuera, con un Infantino desaparecido y Ferreyra intermitente, aun así metiendo un par de centros endemoniados, pero no más que eso.
El tema es lo que ocurría del otro lado del terreno. Ahí había agresividad granate. Y si encima venía con ayuda mucho mejor y peor para Central. Es que algo de eso sucedió a los 9’, cuando Lo Celso metió un giro improductivo, la perdió y el pase en cortada hacia Orozco encontró la lentitud de Novaretti y el cierre improductivo de Miño. Fue el 1-0 y sonaba a justicia.
¿Hubo cambio de presencia futbolística en el segundo tiempo? No. La liviandad siguió estrujando las pretensiones de un Central que contaba allá arriba con Gamba y Russo, sin posibilidad de entrar en juego porque la pelota no llegaba. Miño le tapó el segundo a López, pero no pudo hacer nada cuando el lungo delantero remató con potencia, luego de filtrarse entre Almada y Novaretti. Ahí el Kily entendió que su equipo debía defender de otra forma, lo retrasó a Russo como volante y mandó a Infantino más al centro, pero fue sólo para que transcurrieran los últimos minutos de ese primer tiempo opaco, que entregó muy malas señales. Esa apuesta del Kily se mantuvo en el segundo y Central creció. Difícil establecer si fue porque logró maniatar a Lanús o porque el granate levantó el pie del acelerador. Lo cierto es que Central levantó y generó algunas situaciones.
Ojeda la manejó con más de criterio, Ferreyra se atrevió y hasta el contrariado Martínez desequilibró. Llegaron el anticipo de Russo en el primer palo, los cabezazos de Gamba y de Almada, ambas jugadas resueltas por Acosta) y el zapatazo de Giaccone, quien le dio más vértigo. Lanús pareció conformarse con lo que ya tenía (estaba fuera de carrera) y Central no evitó la caída.